José Manuel Ballester: La Abstracción en la Realidad – Alcalá 31 – Madrid
Cuando por casualidad tropecé con el libro Habitación 523 de José Manuel Ballester (Premio Nacional de Fotografía 2010), este pasó a ser uno de mis artistas de referencia en el terreno de la imagen de espacios arquitectónicos y urbanos. Viendo sus últimos trabajos me sorprende que, desde aquellas series de pinturas y fotografías hasta sus últimos trabajos digitales, no parece existir una línea nítida que delimite unos trabajos y otros.
Ballester pertenece a una generación de artistas que empezó a formarse en una época en la que lo digital era solo una herramienta empleada por la NASA y algunas empresas potentes mas. En algunos organismos públicos en España comenzaban a utilizarse las tarjetas perforadas (yo las toqué!!). A muchos (no es el caso de Ballester), la irrupción del entorno digital en el arte y en los medios gráficos les ha otorgado el poder de autoproclamarse maestros en el manejo de la luz (cosa que no hay que negarles), por haber trabajado durante años con técnicas no digitales, frente a aquellos que no han tenido la oportunidad de tener otra vida para investigar dichas técnicas. Cuando oigo a estos talibanes pienso que todos los artistas deberían tener una vida para ser expertos en pinturas al fresco, otra para dominar el oleo, otra para el grabado, otra para los dagerrotipos, otra para las impresiones en papel, otra para las técnicas digitales … y así nadie podría poner en duda el talento de nadie basándose en que no ha pasado 30 años de su vida haciendo lo que ellos ha hecho.
En muchos casos parece que esta actitud refleja la impotencia de estas personas para superar una frontera difícil de asimilar para aquellos que han basado la búsqueda de un resultado en el empleo de técnicas donde la intervención manual era imprescindible en casi todo el proceso. En Ballester el empleo de PhotoShop (o cualquier otro programa profesional de edición digital de imágenes) supone una «herramienta mas que le facilita la obtención de un resultado». Ha basado su madurez artística en perseguir ese resultado, independientemente de la técnica utilizada. La cualidad de los espacios que fotografía sigue siendo la misma. Emplea las herramientas digitales imprescindibles (sin dejarse cegar por los resultados fáciles de PhotoShop) para obtener la imagen que el persigue.
Ballester tiene ya hace tiempo un lenguaje personal, una manera única de “pintar” el espacio y el aire en sus fotografías. La tecnología (sea cual sea), se convierte en un medio, no en un fin. Alcanzar este punto es el reto mas difícil. En mi opinión, poseer un lenguaje propio en la fotografía creo que es mas difícil que en cualquier otra área de representación visual. Veo la fotografía como una disciplina tremendamente limitada para conseguir ese objetivo; entendiendo que usemos la fotografía como un medio directo para captar algo que vemos y sentimos. El uso de infinitas combinaciones de filtros, degradados, efectos … que tenemos a disposición en Photoshop, en pocos casos se convierten en una ayuda para desarrollar un lenguaje visual propio, y en la mayoría de los casos nos puede llevar a callejones ya transitados.
Ballester considera PhotoShop «… una herramienta que ha introducido una revolución en el mundo de la representación de la imagen, tan importante como lo fue en su día la aparición del óleo en la pintura (…) un tratado de pintura …” a golpe de clic. “No solo ha incorporado todas las técnicas tradicionales de la pintura y la fotografía, sino que ha incrementado exponencialmente las posibilidades al poder combinar todo tipo de técnicas digitales con tradicionales”.
Sus fotografías van mas allá de conseguir un buen encuadre que explique el edificio, con las líneas convergentes y la temperatura de color corregidas. Una exigencia, me da la impresión que impuesta (a partes iguales) por la propia naturaleza del género fotográfico arquitectónico y por las demandas editoriales del sector. Quizá por eso no veo con frecuencia fotografías de Ballester en publicaciones de arquitectura (?). En un panorama repleto de fotografías de arquitectura y espacios urbanos tan extremadamente nítidos, hipercontrastados y perfectamente limpios, al punto que a veces no se distinguen ya las infografías de las fotos reales (yo lo llamo “efecto Harry Potter”), sorprende la contención de Ballester a la hora de obtener sus imágenes. El quiere que el espectador, cuando mira sus fotografías, se olvide de la eterna pregunta: “¿Estará hecho en digital o revelado químico?”.
En esta misma web podéis ver el reportaje fotográfico del espacio (espectacular) donde se exponen las fotografías de Ballester, que a su vez, son fotografías que representan espacios expositivos; un bucle algo obsesivo que recuerda a aquella historia (no recuerdo si real o ficticia) que Susan Sontag cuenta en su libro On photography, sobre alguien que se obsesionó tanto con las imágenes fotográficas que terminó haciendo fotografías de las propias fotografías. Tenéis hasta el 20 de noviembre.
Algunas ideas del texto están extraídas de las propias palabras de Ballester durante la presentación del libro de la exposición, organizada por La Fábrica Editorial el 3/oct/2011.
Sala Alcalá 31 – C/ Alcalá, 31 (Madrid).
Del 8 de septiembre al 20 de noviembre.
Exposición comisariada por Lorena Martínez de Corral.